Puro by Julianna Baggott

Puro by Julianna Baggott

autor:Julianna Baggott [Baggott, Julianna]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Ciencia ficción, Juvenil
editor: ePubLibre
publicado: 2011-12-31T16:00:00+00:00


Lyda

Dedos

Lyda está mirando por la ventanita rectangular. ¿Qué más puede hacer si no? ¿Acomodarse en la esterilla de sentarse? Es una mezcla de colores, un batiburrillo bastante feo; la ha metido debajo de las mantas porque no puede ni verla.

La ventana falsa que brilla en lo alto de la pared está bañada con luz de atardecer. Parpadea como si las hojas de un árbol estuviesen creando un efecto veteado. ¿Será la misma ventana proyectada en todas las celdas? Tiene algo que la hace sentirse profundamente manipulada. Al estar aislada de toda referencia real, le da la impresión de que el propio centro controla hasta el sol. Incluso en la Cúpula utilizan el sol como medida real del día y de la noche. Sin él se siente aún más perdida y sola.

Su cuarto está al fondo del pasillo, de modo que puede ver las ventanitas rectangulares a ambos lados. Ahora están todas vacías. Algunas de las chicas deben de estar en sus sesiones de terapia; a otras las habrán llevado al comedor colectivo. El resto estará en la cama, dando vueltas o pensando en sus propias ventanas proyectadas.

Pero entonces alguien aparece en la hilera de ventanucos: es la pelirroja, con su cara agradable y pálida. Tiene las cejas tan claras que apenas se ven y hacen que el rostro carezca de expresión. Mira a Lyda con los ojos llenos de preocupación, esa misma extraña mirada expectante de la sala de manualidades.

Lyda se siente ahora culpable por haberle dicho que se callase. Lo único que hacía la chica era tararear, solo intentaba pasar el tiempo. ¿Qué tenía de malo? Decide hacer las paces y levanta una mano hacia la ventana para saludarla.

La pelirroja también alza la suya pero pega los dedos contra el cristal. Empezando por el meñique, va levantando y pegando cada dedo, uno a uno, como si siguiese un ritmo. «Está loca», se dice Lyda, pero como no hay nada más que mirar, sigue observándola. Meñique, anular, pausa. Corazón, índice, pausa. Luego, rápidamente, pulgar, meñique, anular. Corazón, índice, pausa. Pulgar, meñique, pausa. Y de nuevo a toda velocidad, anular, corazón, índice, pulgar, meñique. Luego reanuda el movimiento de tres en tres: anular, corazón, índice, pausa, pulgar, meñique, anular, pausa, corazón, índice, pulgar, pausa, meñique, anular, corazón. En ese punto Lyda comprende que se trata de una canción. Pero no es que toque las notas en un piano, es solo el ritmo de la canción.

Y Lyda sabe qué canción es. Esa horrible y horrorosa canción que se te pega en la cabeza y te vuelve loca: «Brilla, brilla, estrellita». Enfadada, se aparta de la ventana y, con la espalda pegada a la pared, se desliza hasta el suelo.

¿Y si esta es su vida ya para siempre? ¿Y si la orden de reubicación nunca llega? Mira hacia la ventana falsa. ¿Se ha puesto ya el sol? ¿Llegará el día en que se conozca hasta el más mínimo movimiento del sol falso, de la mañana a la noche?

Va a gatas hasta el colchón, saca la esterilla de entre las mantas y se pone a rasgar las tiras de plástico.



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